Yo, la mirada perdida, vacía, los kilómetros que se van sucediendo y dejan paso a paisajes cambiantes.
Este suave balanceo del tren va llevándome casi sin sentir, relajadamente, la mente en blanco. Van pasando el tiempo y los kilómetros. Disfrutando del viaje, como si no fuera a llegar al destino y mi único objetivo fuera el viaje en si mismo.
Es duro visitar a mi padre. Él y mi madre habían discutido, la encerró en la casa mientras dormía. Después roció todo con gasolina y lo quemó.
Luego se sentó frente a la puerta, a contemplarlo. Justo así, con la mirada perdida, vacía, la misma con la que voy viajando absorto en el paisaje, para olvidar, para tratar de no imaginarlo.
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