miércoles, 13 de junio de 2012

LA SORPRESA

     Como su jefa la envió a hacer un recado Marisa salió ese lunes un poco antes del trabajo.
     Llegó a su casa una horita antes de lo acostumbrado e ilusionada recogió y limpió la casa por encima, pensando que así le daría una agradable sorpresa a su marido con el que nunca coincidía a la hora de comer.
     Puso  la mesa, luego se metió en la ducha y dejó que el agua se llevara el cansancio. Había dormido mal la noche anterior. En cuanto llegara Paco le contaría la pesadilla tan mala que había tenido. ¡Hasta el se iba a reír de la tontería!.
     -Figúrate que discutíamos y tu te ibas de casa.
     Se peinó con el secador, se perfumó, se pintó los labios y se puso uno de esos vestiditos de andar por casa que tanto le gustaban a él. Cortito y escotado.
     Se sentó en el sofá y esperó viendo un poco la tele. Así se le pasó el rato hasta casi la hora en que él solía llegar.
      Se apresuró a calentar la comida. Paco se iba a llevar una grata sorpresa. Y así, como tantas otras veces, se les acabaría el enfado de repente y ambos harían como que la discusión de ayer, jamás había tenido lugar. Que no se habían dicho todas las cosas que se dijeron.

......


     Paco se retrasaba más de lo habitual.
-          ¿No le habrá pasado algo?
      Se dijo a sí misma, y se dispuso a marcar los números del teléfono móvil de su marido.
     Pero antes de marcar el último número, un nueve, se detuvo. Una corazonada. Colgó el teléfono, entró en la habitación de matrimonio.
     Abrió el armario.
     Nada.
     El lado de Paco estaba vació, desolado. Sus cajones de la ropa interior también estaban vacíos.  En el cajón de la mesilla tan solo el anillo de casados daba mudo testimonio de abandono.
-          ¿Pero que voy a hacer ahora?. – Se dijo en voz alta.
     Se sentó a la mesa en el comedor, apartó el plato. Por un momento ya no sentía hambre. Luego un gran vació. Como no sabía localizarlo exactamente comenzó a llenarlo engullendo la comida. Luego se acercó el plato de Paco y también comió.
     El vació, se había taponado, reemplazando su angustia por la culpa. Se sintió culpable una vez más por comer tanto, pero a la  vez anestesiada en su dolor. Y mientras se tumbaba en el sofá y encendía la televisión se contestó a sí misma también en voz alta.
-          Ya lo pensaré mañana.
     Y se dejó caer en una duermevela intranquila al arrullo del televisor.

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