jueves, 22 de marzo de 2012

HÉROE


     El “Cortao”, con la navaja rozando el cuello de la muchacha  y apestando a sudor,  sobaba sus pechos y la susurraba indecencias a la oreja, mientras se la lamía.

     La chica, aterrorizada trazaba planes de huida mientras escalofríos de asco la recorrían todo el cuerpo.

     Eso solo les pasa a otras, no a niñas bien con vidas tranquilas y regulares que vuelven a casa pronto.

     Estaba perdida, rezó para un milagro, que sabía que no llegaría, porque él ya la pellizcaba los pezones, que erectos por el frío y el miedo, el interpretaba como signos de excitación y sentía el miembro a punto de reventar.

-          ¡Cerdo, suéltala!

     Ella rezó para el milagro. El Cortao la empujó fuertemente contra la pared, la hizo daño, imposible escabullirse.

     Él Cortao miró a su adversario  midiéndolo y vio a un pijo - mierda que no tenía ni media ostia.

-          Vete o te rajo.

     El pijo sacó una pistola.  El Cortaó, leyó sus ojos y salió corriendo.

-          ¿Estas bien?

     Ella ya no pudo dominarse, y temblaba entre sollozos sin poder parar. Se abrazó a él agradecida. Olía bien.

     El chico se portó de maravilla. La acompañó a comisaría. La pistola era de juguete. Luego la acompañó hasta su casa, y la ayudó a explicárselo a sus padres, se preocupó de que todo estuviese bien, la llamaba con frecuencia. Y sus padres agradecidos, organizaron una cena en honor del héroe que había salvado a su única hija.

     Ella se enamoró de él, un chico tan fino, tan valiente, tan guapo, su salvador. ¿Quién no lo haría?.

     Se casaron y él pasó a controlar las empresas familiares.

     La calle estaba desierta, había llovido y  Roberto se subió el cuello del abrigo. Se le cayeron las llaves al abrir el coche. Las recogió del suelo. Al incorporarse se topó cara a cara con el Cortaó.

-          Joder, Cortao, macho, que susto me has dado.

-          ¿Qué pasa, es lo único que se te ocurre decir a un amigo?.

     Se metieron en el Mercedes del  Pijo, como lo llamaban en el barrio. Compartieron un porrito, entre calada y calada, el Pijo le dio la cantidad acordada  y algo más.

     - Ya sabía yo que cumplirías. Enhorabuena por el casorio. Que lo disfrutes. Tu mujer tiene buenas tetas. ¡Si señor!