jueves, 19 de enero de 2012

UNA VEZ AL AÑO


     El señor Ramón, solo iba una o dos veces al año por su casa. Mandaba algo de dinero las veces que no se lo bebía antes.

     Cuando aparecía, mandaba a patadas a los críos a la calle, hasta a los más pequeños, lloviera, nevara o hiciese sol. Atrancaba la puerta y ellos permanecían los días de más frío junto a ella, llorando de angustia y miedo, llamando quedo con los puñitos de vez en cuando.

     Adentro solo se oía ruido de golpes y muebles caídos, por que la madre se esforzaba por no gritar para no aumentar la angustia de los niños.

     La puerta solo se abría cuando habían pasado no menos de dos horas. La abría la madre, con gesto descompuesto, mientras el padre dormía satisfecho en la cama con la botella en la mano.

     De esta manera, algunos años la familia aumentaba en un miembro nuevo.

     Quince años habían pasado de esta manera, y seis hijos. La madre trabajaba de sol a sol, muy duro para mantenerlos, y los niños ayudaban a la medida de sus fuerzas. Tenían un pequeño huerto, unos animales, y un par de cerdos. Además se encargaba de lavar ropa ajena y hacía encargos aquí y allá, donde fuera solicitada.

     Ese año, cuando el señor Ramón llegó, mandó a la calle, a patadas a cinco de los críos y a su mujer.

     Pero ella no se quedó en la puerta llorando como hacían los muchachos.

     Fue a la leñera, cogió el hacha. Ella estaba avejentada de los hijos y las miserias, pero fuerte  por el trabajo. Echó abajo la puerta de atrás. Entró en la casa. Su hija aún vestida pero con la ropa desgarrada, lloraba muerta de miedo. El viejo cerdo, tenía aquello afuera. Pero aún no había pasado.

     Mando a Sandrina fuera con sus hermanos, la niña escapó agradecida.

     La madre atrancó la puerta y salió a las dos horas como era costumbre. Llevaba unos cubos, donde ponían las sobras para los cerdos. Estaban llenos y pesaban mucho.

           - Ayudadme a dar de comer a los cerdos, dijo como si no hubiese pasado nada.

     Ramoncito el mayor ayudó a llevarlos a la pocilga, los otros niños también ayudaron.

- Ahora entrad a la casa.

     -     ¿Y padre?

-          Salió por la puerta. ¿No lo visteis?

     Los rapaces se miraron entre sí haciendo gestos de negación.

-          Es igual. ¡Sandrina!, tu vete haciendo la cena y los demás la ayudáis, que de esto me ocupo yo. ¡Cámbiate de ropa primero! y tira la que llevas puesta.
     El señor Ramón no volvió al año siguiente, ni nunca más.

3 comentarios:

  1. Fuerte la historia, pero por desgracia existen esta clase de monstruos que no respetan ni a sus propios hijos.
    Un beso
    Mayte

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  2. Tre3menda historia, pero por desgracia siguen existiendo monstruos que son incapaces de respetar a sus propios hijos.
    Un beso

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  3. Casi todas las historias que cuento tienen un trasfondo de realidad. Esta historia, no tan grave, me la contaron hace unos años. Lo de Sandrina y lo del hacha no es cierto, pero lo demás si.

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