jueves, 15 de diciembre de 2011

VIAJERO


     El viajero coge el tren que le lleva a ninguna parte. En realidad de lo que quiere huir no puede, pero se complace en imaginar que si se va, distrae su destino.

     Máximo seis meses de vida, un destino injusto para un mediocre profesor cincuentón que esperaba una jubilación dorada, viajando de un lado a otro, con la tranquilidad que da tener asegurado el sueldo.

     Ya ninguna familia le espera en ninguna parte. No tiene padres, no tiene más parientes cercanos que un hermano con el que no se habla, y no es ya ni siquiera dueño de la posibilidad de formar una familia propia, pues renunció a ella hace unos cuantos años.

     Con la baja que le ha dado el médico, ya tampoco tiene ningún tipo de compromiso profesional, y el moral con sus alumnos tampoco existe.  Nada le ata a una serie de jovencitos estúpidos y descerebrados, dominados por las hormonas y la mala educación.

     En estos pensamientos se traspone, nota que el tren se para y que luego en un espacio indeterminado de tiempo se pone en marcha de nuevo.  Pero hay un pasajero en su vagón hasta ahora desierto. Lo nota por el olor a perfume, un perfume dulce y delicioso. Por eso abre los ojos y la ve.

     Es la materialización de sus sueños, guapa, enfundada en una simple camisa blanca y una falda negra, con un discreto recogido, y zapatos de tacón.

     Entablan una conversación, es la compañera perfecta. Apenas si han hablado y parece conocerla de toda la vida.

     Ella se sienta a su lado, él sabe que puede, que debe besar sus labios.

     Están fríos, muy fríos y el sueño le vence.

    Y es que a veces la muerte también se enamora.


2 comentarios:

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