El anciano se dejó conducir mansamente al
cuarto de aseo que estaba especialmente acondicionado para él.
José era como un bebé grande, el alzehimer
lo había dejado convertido en un niño pequeño primero y ahora en un bebé grande
al que había que bañar, limpiar y cambiar los pañales y alimentar con purés. Un
ser desvalido sin conciencia de quien fue y sin esperanza de ser algún día.
Su esposa lo llevaba bruscamente y sin
contemplaciones. Insultándole todo lo que podía, llamándole inútil, estúpido.
Gritándole para cualquier cosa.
El viejo se estremecía lloroso, de miedo e
incomprensión. Como el niño indefenso y maltratado que era. Ya casi no
comprendía lo que querían decir los insultos, pero al igual que una criatura
vislumbraba la amenaza implícita en ellos, de manos de la persona de la que
dependía.
Frotó la anciana enérgicamente el cuerpo
del anciano, dañando su piel delicada. A
él le dolían los refregones, pero le dolía más la violencia soterrada que había
en ellos. Se hizo sus necesidades encima
y de nuevo los gritos.
Sacramento le aclaró con el agua casi fría,
y lo vistió sin más contemplaciones. Luego lo puso en su butaca frente al
estridente televisor.
Cuando recogía los cacharros del desayuno
las lágrimas comenzaron a resbalar por las mejillas de Sacramento.
Toda la vida aguantándole. Sufriendo la
dictadura de sus palizas sus humillaciones y sus insultos y ahora también tenia
que cuidarle. Y no sabía muy bien el porqué, si por la impotencia, la rabia
acumulada o quizá la vergüenza que le daba su propio comportamiento que lloró y esta vez sus
lágrimas eran tan abundantes que se confundieron con el agua de aclarar las
tazas. Sabiendo que aunque estaba arrepentida la próxima vez volvería a
gritarle y a perder los nervios.
En su butaca el viejo también lloraba
acongojado.
Desgraciadamente, esta escena es la cruel realidad, quien obra con maldad deberia pensar siempre que puede estar al otro lado cuando menos se lo espere. Magnifico relato, Un beso
ResponderEliminarGracias por tu comentario. Es cierto, todos podemos estar algún día en esa situación. Segun obremos seguramente seremos igualmente tratados.
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